El verano en la radio a veces trae pequeños descubrimientos, programas que no hacen ruido, pero que te enganchan. Es lo que me ha pasado con Cinco Bocados, el espacio de RNE que presenta Manu Martín Albo. La idea parece sencilla: sentarse a hablar con alguien conocido sobre las comidas que marcan su día. Pero, como pasa con las buenas sobremesas, la charla acaba yendo mucho más allá.
En el primer episodio que nos sirve de referencia para este análisis, la invitada es Espido Freire, escritora, columnista y voz habitual de la radio. Y lo cierto es que, aunque el guion del programa sigue las cinco comidas del día, lo que escuchamos es más bien un recorrido emocional, lleno de detalles y recuerdos.
El programa comienza recordando que fue la ganadora más joven del Premio Planeta y que ha tenido una presencia constante en medios, tanto en prensa como en la radio del ente RTVE y en televisión. Unos datos necesarios para situarla, aunque lo interesante no es solo su currículum, sino cómo se desmonta desde el minuto uno la imagen que algunos podrían tener de ella.
“Antes muerta que sencilla”, dice, riéndose, al recordar cómo se retocó los labios justo antes de subir al escenario del Planeta, mientras algunos periodistas la tachaban de estirada.
Una voz que escucha y otra que reflexiona
El estilo de Manu muestra curiosidad y cercanía, sin hacerse notar demasiado. Escucha con atención, pregunta lo justo y sabe cuándo apartarse para dejar espacio. En ese tono amable, Espido encuentra un lugar cómodo. Tiene una forma muy suya de hablar, con frases bien pensadas, a veces pausadas, a veces muy directas, que hacen pensar.
Me ha sorprendido la naturalidad con la que habla de cosas íntimas sin ponerse intensa. Cuando cuenta, por ejemplo, que asocia objetos a personas, o que hay cicatrices que uno no borra, pero que aprende a integrar, no suena ni dramática ni superficial.
“Todos tenemos cicatrices, y está bien de vez en cuando recordarlas.”
Una estructura simple… pero efectiva
La conversación sigue un orden claro: desayuno, media mañana, comida, merienda y cena. Pero a poco que avanza el programa, uno se da cuenta de que lo que menos importa es saber qué desayuna o merienda la invitada. Lo que engancha es cómo cada comida abre una puerta: a la infancia, a la escritura, a las rutinas de trabajo, a lo que se gana y se pierde con los años.
Por ejemplo, hablando del desayuno, la invitada cuenta cómo lo vive diferente en casa o en un hotel, o cómo elegir una taza concreta según el estado de ánimo le ayuda a empezar el día. Y así, sin querer, pasamos de los huevos benedictinos a la memoria emocional, del buffet al aprendizaje vital.
El programa fluye sin prisa, pero no se hace lento. Tampoco hay secciones marcadas con cortinillas ni artificios: solo dos voces hablando, con ritmo y sentido.
Sin fuegos artificiales, pero con fondo
El espacio no busca deslumbrar ni emocionar a toda costa. Espido no vende una imagen, ni intenta caer bien todo el rato. Cuenta cosas, se explica, y deja que el oyente saque sus conclusiones, con frases que se te quedan porque no suenan a pose.
“A mí me hubiera gustado desde el principio modular mejor mis emociones”
El tema central —la comida— está siempre presente, pero muchas veces pasa a segundo plano. Hay reflexiones sobre el desayuno dulce o salado, sobre la intensidad de las cenas literarias, o sobre cómo algunas comidas ya no son lo que eran, sobre todo en los actos públicos. No obstante, yo no hablaría de un programa gastronómico al uso.
Sonido limpio, sin distracciones
La realización es sencilla, y eso juega a su favor. Se nota que está bien grabado: las voces suenan nítidas, y la de Manu, sin necesidad de ser una voz canónica ni responder al estándar habitual de RNE, comunica con eficacia y naturalidad. No hay cortes extraños, y la música inicial, que en un primer momento puede dificultar la escucha, desaparece pronto, dejando todo el protagonismo a la conversación.
¿A quién puede interesar?
No estamos ante un espacio para quienes buscan entrevistas intensas, humor constante o titulares rápidos. Cinco Bocados está hecho para quienes disfrutan escuchando, sin prisa, y sin que pase “nada” espectacular. El público ideal puede ser ese oyente habitual de RNE, pero también cualquiera que agradezca una voz distinta y una conversación sin pretensiones.
No hay personajes, tampoco frases rimbombantes. Lo que hay es pausa, contexto, y un cierto cariño por lo cotidiano.
¿Lo recomiendo?
Sí, aunque no para cualquier momento. No es un pódcast para escucharlo mientras corres. Pero si tienes un rato —una merienda sin prisa, por ejemplo—, puede que te lleves una sorpresa.
Yo pensaba que iba a escuchar a Espido hablando de recetas. Y acabé escuchando, gracias a Manu, a alguien que hablaba de cómo desayuna, sí, pero también de cómo se cae, cómo se levanta y cómo sigue adelante, con cicatrices y todo.
Javier el Busto (jelbusto@radioyentes.com)
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